El Sporting cosechó una derrota honrosa ante el denominado mejor equipo del mundo, el Barcelona de Josep Guardiola, al que en el segundo tiempo logró asustar en algunas fases. Pero el tempranero gol de Adriano pesó demasiado en los rojiblancos, que ofrecieron un partido intenso, pero con poca capacidad para crear problemas a la zaga barcelonista.
El equipo azulgrana, como estaba previsto, llevó el peso del partido desde el pitido inicial. Guardiola dispuso una zaga con tres defensas, en la que Abidal compartía el lateral y la posición de central, con Thiago más adelantado. El secreto del dispositivo azulgrana era la posición de Pedro, quien esta vez no se fijó a una de las bandas, para moverse de una forma anárquica por las inmediaciones del área.
Preciado dio entrada al equipo previsto, con Rivera en el centro del campo, al lado de Nacho Cases y con el portugués André Castro más adelantado. El equipo gijonés cerraba bien los espacios para que los azulgrana no tuvieran comodidad en sus movimientos. Xavi, epicentro del juego barcelonista, trataba de abrir el campo con Adriano y David Villa muy abiertos y más cercanos Pedro y Messi, sin una referencia concreta de remate.
Guardiola intentó que el Sporting adelantara su defensa para tener más facilidad en las entradas con espacio libre desde atrás, pero Preciado no cayó en ese juego. Por eso, los azulgrana, a los que les costaba llegar, también probaron en los disparos desde lejos. El primero fue de Villa, que salió alto tras una rápida combinación. El segundo fue una ejecución de Xavi desde fuera del área que repelió el poste derecho de la portería de Juan Pablo. El infortunio se alió con los gijoneses, porque el rebote fue a los pies de Adriano, quien lanzó un potente disparo cruzado que, tras tocar ligeramente en Canella y alterar la trayectoria, pasó entre Iván Hernández y Juan Pablo. Habían transcurrido sólo diez minutos y el sueño rojiblanco parecía desvanecido. El tanto permitió al Barcelona levantar el pie del acelerador. Jugar con más tranquilidad y también tener paciencia ante la fogosidad de los rojiblancos.
A partir de ahí, el partido entró en una fase de tensión en la que el colegiado aragonés Clos Gómez dio muestras de tener muchas dudas, casi siempre resueltas en contra de los gijoneses, con los que fue excesivamente riguroso.
Con este desarrollo del partido, el Barcelona apenas tenía posibilidad de inquietar a Juan Pablo, pero los gijoneses, por el contrario, tampoco tenían llegada y apenas generaban noticias en ataque. Un remate defectuoso de David Barral fue todo el balance antes de llegar al último minuto del primer tiempo en el que Roberto Canella probó fortuna y lanzó un disparo que detuvo Víctor Valdés, bien colocado. El peligro anterior había sido una defectuosa cesión de Abidal a Valdés que le creó alguna complicación al guardameta catalán, pero de la que no pudo sacar provecho el conjunto gijonés.
En el segundo tiempo, el Sporting ofreció un dispositivo más ambicioso. La presión a los jugadores azulgrana era mucho mayor, lo que llegó a asustar a Guardiola, quien modificó el dispositivo táctico, con un estilo más conservador.
El técnico de Santpedor aprovechó la lesión de Abidal para dar entrada a Maxwell, un lateral más específico, y también para meter en el equipo a Gerard Piqué, un central más consistente, con lo que, de esta manera, renunciaba a la contribución ofensiva del dinámico Pedro.
El partido discurría con tranquilidad para el Barcelona, que se amparaba en la ventaja que se reflejaba en el marcador, pero con más fogosidad para los rojiblancos, que buscaban sorprender a Víctor Valdés, aunque sin opciones claras de remate.
Preciado retiró primero a Trejo, que tuvo una participación bastante tímida, para dar entrada a Ayoze, sin que se notara la mejoría. Poco después entró Bilic, con lo que cambió el dibujo táctico a un 4-4-2, en el que André Castro retrasaba su posición al centro del campo. El portugués estuvo muy activo y hasta se excedió en su presión, lo que acusaron los azulgrana, que limitaban su poder ofensivo a las entradas desde atrás de Messi y Villa. Ninguno de los dos pudo cumplir su objetivo por el cerrado dispositivo defensivo de los gijoneses.
Moderado optimismo
La única opción de remate del equipo sportinguista fue un lanzamiento de esquina, pero la acción resultó bastante embarullada.
Lo más positivo fue la imagen ofrecida por los pupilos de Manuel Preciado. Con este estilo parece impensable que este equipo pueda correr riesgos de descenso, aunque para ello debe jugar siempre con la intensidad que le puso anoche al partido que le enfrentó al Barcelona.